PENSAR
COMO ABOGADO
Daniel
Montes Delgado (*)
Queremos escribir algunas líneas acerca del trabajo
intelectual de las personas que nos dedicamos a trabajar con los problemas legales
ajenos, pretensión esta última que conduce desde el estrés emocional hasta la
capacidad de imaginar soluciones innovadoras, pero pasando también por los
errores y sus terribles consecuencias; aspectos que compartimos con otras
profesiones, como la de los médicos, pero con mucha menos buena fama,
lamentablemente.
Aunque la teoría dejó atrás hace mucho tiempo esa
imagen del abogado como mero operario que adecuaba los hechos de un caso a una
norma concreta que le daría solución, muchas personas siguen creyendo que esta
es la esencia de nuestro trabajo. Lamentablemente, esta imagen permanece en
algunos colegas, incluso entre docentes universitarios. De allí que la
enseñanza del Derecho siga siendo en su mayor parte mecánica y memorista, lo
que implica una barrera de entrada muy grande para muchos egresados, al momento
de empezar a lidiar con problemas reales, en especial en las materias
empresariales.
Por supuesto, el Derecho es mucho más que la ley o
la norma. Es el sistema jurídico lo que constituye el objeto del trabajo del
abogado, lo que comprende las normas, claro, pero además la jurisprudencia, los
principios o criterios generales, los mecanismos procesales y su dinámica, la
negociación, las implicancias económicas de los conflictos, entre muchas otras
cosas. Un abogado trabaja con problemas concretos de conflictos de intereses,
por lo que una respuesta “de libro” a esos problemas puede ser la menos
indicada. Los abogados debemos evaluar riesgos, plazos de solución, relaciones
de costo-beneficio, predictibilidad de las decisiones judiciales, costos de
litigio, expectativas, intereses explícitos e implícitos, motivaciones, efectos
colaterales, etc.
Lo primero es entender que un “caso” no es una
situación de “derechos versus obligaciones”, sino una de “intereses y
probabilidades”. En ocasiones el derecho de nuestro cliente está sumamente
claro, pero la real probabilidad de alcanzar su ejecución se encuentra
demasiado lejos, o es muy onerosa comparada con los costos de exigirlo
judicialmente. No pocas veces hay que explicarle al cliente que es mejor “un
mal arreglo que un buen juicio”. En otras ocasiones, hay que distinguir entre
intereses mediatos e inmediatos. Un ejemplo clásico: es preferible enjuiciar
penalmente a un deudor que ha girado un cheque sin fondos, en lugar de
demandarlo en la vía civil. Aunque la vía penal, teóricamente, no conduce a
cobrar la deuda, es obvio que es un mecanismo de presión muy efectivo para que
el deudor cumpla su obligación.
Pero, lo más difícil de transmitir a los alumnos de
la carrera de Derecho, es la práctica de cuestionarse todo, desde la redacción
de las normas hasta su verdadero alcance y aplicabilidad a los casos concretos,
de modo que no demos por sentado algo que quizá no existe. Y, más importante
aún, pasar de esta forma de tomar el Derecho, a hacer uso de su estructura
integral y sus múltiples interrelaciones, para hallar soluciones novedosas y
creativas, combinando cosas que normalmente pueden ir separadas. El sistema es
como una telaraña, cada uno de los campos del Derecho pueden y de hecho, se relacionan con todos los demás.
Aunque no sea evidente a simple vista, el derecho tributario se relaciona y
bastante, con el derecho de familia; así como el derecho penal puede guardar
relación con el derecho ambiental, o el derecho societario.
En suma, un abogado debe hacer uso de una amplitud
de perspectiva tan vasta, que requiere incluso de conocimientos de otras
ciencias, como la administración, economía, contabilidad, etc. Y además de eso,
debe ser capaz de evaluar riesgos y oportunidades que pasan por todas las ramas
del Derecho, así como por cuestiones pragmáticas pero decisivas, hasta hallar
una solución “a medida”, si es que la hay, por supuesto. Aún así puede
equivocarse, como un médico por ejemplo, pero lo que no debe estar en cuestión
es su diligencia, el esfuerzo intelectual que constituye la esencia de su
profesión, a lo que debe fidelidad un abogado que se precie de ser tal.
(*) Abogado PUCP, MBA Centrum Católica. Montes
Delgado – Abogados SAC.
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