martes, 8 de enero de 2019

Plan de Competitividad y Mercado Laboral


Columna “Derecho & Empresa”

EL MERCADO LABORAL Y LA POLITICA TIMORATA DEL ESTADO

Daniel Montes Delgado (*)

El 31 de diciembre de 2018 se publicó la Política Nacional de Competitividad y Productividad (aprobado por el Decreto Supremo 345-2018-EF), que aspira a regirnos hasta el año 2030,  buscando mejorar las condiciones para la “generación de bienestar para todos los peruanos sobre la base de un crecimiento económico sostenible con enfoque territorial”; documento elaborado por el Consejo Nacional de Competitividad y Formalización, entidad perteneciente al Ministerio de Economía y Finanzas, que además se encargará de su seguimiento. De todo lo que abarca este plan (nueve objetivos prioritarios) nos interesa destacar ahora el objetivo número cinco: “crear las condiciones para un mercado laboral dinámico y competitivo para la generación de empleo digno”, respecto del cual vemos que se parte de un aceptable diagnóstico, pero luego se pasa a tímidos lineamientos de política y se termina por aterrizar en indicadores de seguimiento que no prometen ayudar mucho en este objetivo. Veamos por qué.

El documento parte de la evidencia de que un mercado laboral como el nuestro, con un pequeño sector formal y un gran sector informal, afecta negativamente la productividad (pág. 51), para luego pasar a revisar el marco regulatorio y comprobar que, del reducido sector formal, la mayoría de empleos se concentra en el régimen general, desaprovechando los regímenes de micro y pequeña empresa, a pesar de que sus sobrecostos son mucho menores (pág. 53-56). Y termina señalando lo que ya se sabe: la sobreprotección contra el despido, promovida desde 2001 por el Tribunal Constitucional y seguida por otros entes jurisdiccionales, ha causado que se usen más los contratos a plazo fijo (aunque estos no sirvan mucho de escudo para las empresas) que los contratos indeterminados, debido a la rigidez impuesta a la contratación y el despido (pág. 56-57). Y añade que SUNAFIL no está influyendo positivamente en el cumplimiento de las normas al no enfocarse en el sector informal, precisamente.

Hasta aquí todo bien, pero se apunta además en el documento a que una de las causas del deficiente mercado laboral es que el 80% de los que buscan empleo acuden a canales informales para buscar empleo, y que los servicios estatales de colocación podrían servir de ayuda en esto, pese a que reconoce que los existentes no aportan casi nada en este sentido (pág. 58).

Pues bien, al momento  de pasar a la definición de los lineamientos de política, resulta que el primero es “generar y mejorar los mecanismos para el tránsito de la informalidad a la formalidad en el empleo, con mayor productividad”, aunque en la parte previa no ha indicado cuáles son esos mecanismos, por lo que este lineamiento se queda en buena intención pero nada más. El segundo lineamiento es más de lo mismo: “revisar y adecuar el marco regulatorio y los servicios de empleo en función a las necesidades del mercado laboral, considerando el diálogo entre empleadores, trabajadores y gobierno”. ¿Por qué junta la revisión del marco regulatorio (ya lo dijimos: rigidez laboral) con los servicios de colocación de empleo del Estado? Pareciera que no tiene sentido, pero la justificación vendrá enseguida. En cuanto al tercer lineamiento, promete más pero veremos también que se queda en nada: “mejorar los procesos de fiscalización del cumplimiento de obligaciones laborales vigentes”.

Como este es un plan, necesita indicadores para cada línea de acción, a fin de medir el avance. Pues bien, vemos que el indicador del primer lineamiento es: “número de personas que acceden a los servicios de promoción del empleo y autoempleo” (pág. 94). Si consideramos que los servicios de empleo del Estado solo trabajan con ofertas de empleo del sector formal, no vemos cómo este indicador puede ayudar a monitorear ese “tránsito a la formalidad”, así que el indicador nos parece irrelevante, más aun si el impacto de estos servicios es casi nulo ahora y lo seguirá siendo mientras el mercado siga siendo informal (¿por qué sino se usan más los canales informales para buscar trabajo? Porque el mercado es informal, eso es obvio).

En cuanto al segundo lineamiento, se propone la “emisión de normas que incentiven la formalización laboral” (pág. 95) y como indicador la “variación porcentual anual de los trabajadores asalariados formales”. ¿Dónde se quedó la disminución de la rigidez laboral y los sobrecostos? No se necesita incentivos para la formalización, más bien se necesita remover ese gran obstáculo que es la rigidez en la contratación, pero de eso no se dice nada en esta parte, así que lo más probable es que este indicador no cambie mucho con esta forma de ver las cosas. Y en cuanto al tercer lineamiento, se propone como indicador el “porcentaje de órdenes de fiscalización programadas en las que se cumple la medida de requerimiento, contra el total de órdenes de fiscalización” (pág. 95). Es decir, la cantidad de veces que los empleadores corrijan sus prácticas ante una fiscalización laboral. Esto, teniendo en cuenta el sesgo sancionador de SUNAFIL y algunos criterios exagerados, ya es difícil, pero ¿dónde es más probable que el empleador no desaparezca ante una orden que puede sacarlo del mercado por los sobrecostos que implica? Pues claro, en el sector formal, y si este va a ser el indicador, es lógico que SUNAFIL se concentre todavía más en el sector formal, pese a que el diagnóstico apuntaba a lo contrario.

Por último, en un anexo en que se correlaciona estos lineamientos con otras políticas relacionadas, la claudicación del plan es peor. Si el tema laboral se conecta con el tributario, las exigencias regulatorias sectoriales, los requisitos administrativos, seguridad social y muchos otros más, este plan solo reconoce una vinculación con las “políticas de eficiencia de la infraestructura de riego en el sector agrario” (pág. 115). ¿Qué tiene que ver, en lo esencial, una cosa con la otra? Nada y podemos pensar que se puso cualquier cosa solo por rellenar el espacio en el cuadro.

Lamentablemente, se pierde una oportunidad más de impulsar verdaderas políticas de transformación del mercado laboral en uno competitivo y productivo, porque el Estado, o mejor dicho, el gobierno tiene miedo de tocar los problemas centrales. Diagnostica más o menos bien, pero receta muy mal. Y con planes como este, al menos en lo laboral, no vamos a ver mejoría alguna si las entidades encargadas se limitan a cumplirlo. Ojalá no lo hagan.

(*) Abogado PUCP; MBA Centrum Católica. Montes Delgado – Abogados SAC.

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