jueves, 10 de octubre de 2013

Problemas tributarios de las pequeñas empresas

Columna “Derecho & Empresa”

PEQUEÑA EMPRESA Y SUNAT: ENEMIGOS INTIMOS

Daniel Montes Delgado (*)

Así como en la vida las personas tienen otras personas con las que les es inevitable convivir y relacionarse, por mucho que esas relaciones les resulten complicadas y hasta perjudiciales, a las empresas, en especial a las más pequeñas, les toca convivir en nuestro país con entidades con las cuales sus relaciones son tormentosas. Sumado a un sistema jurídico que impone cientos de requisitos, trámites, permisos, autorizaciones, inspecciones, declaraciones, comunicaciones, entregas de información, adecuaciones de locales, sobrecostos laborales, sanitarios, comerciales y demás pesadillas que enfrentan a diario, las pequeñas empresas deben enfrentar la presión ineludible de la administración tributaria: SUNAT.

Es un lugar común decir que el Estado es socio de todas las empresas, por la carga tributaria que saca de ellas. Pero, el caso es que este socio es muy particular, y hasta perjudicial para el normal desarrollo de las actividades empresariales. Para empezar, el socio en cuestión no quiere esperar a que la empresa tenga utilidades para recién sacar dinero de la empresa, sino que lo quiere antes, por eso tenemos pagos a cuenta del Impuesto a la Renta y los mecanismos de recaudación anticipada del IGV: retenciones, detracciones y percepciones; mecanismos todos que le dan liquidez al Estado pero se la quitan a las empresas. Aún en los regímenes pensados para las pequeñas empresas (como el RUS o el RER), las obligaciones representan una carga importante, especialmente en el RER, que supone pagar el IGV normalmente.

Si solo fuera pagar los impuestos mencionados, ya sería bastante con las tasas elevadas del IGV y del Impuesto a la Renta que se aplican en el Perú. Pero el problema se agrava porque el control y fiscalización de SUNAT hace que las tasas nominales se eleven en la práctica. Si al 18% del IGV le sumamos todo lo que las empresas fiscalizadas deben pagar por reparos a sus ventas y compras, así como los intereses y multas, ese porcentaje puede subir a 21% o 24% efectivo, incluyendo aquellas regulaciones que, sin necesidad de fiscalización, ya están incorporadas en las leyes y el contribuyente debe “autorepararse”, como la imposibilidad de usar el crédito fiscal de una factura de compra no bancarizada debidamente o con una detracción también defectuosa. Y en el caso del Impuesto a la Renta pasa lo mismo, con las limitaciones a la deducción de gastos laborales, de pérdidas por delitos contra la empresa, de representación, de vehículos, de mermas y desmedros y muchos otros más que elevan la tasa efectiva del impuesto de 30% a 35% o hasta 40% de la utilidad real.

Por si eso fuera poco, junto a esas obligaciones sustanciales, la cantidad de obligaciones formales, relacionadas con la inscripción en el RUC y modificación de datos, de emisión de comprobantes de pago y guías de remisión, de declaraciones juradas determinativas de impuestos o meramente informativas, libros y registros contables y demás, que muchas veces son regulaciones complicadas, engorrosas, oscuras o contradictorias, agobian a los empresarios, no solo porque deben dedicar tiempo, esfuerzo y dinero a tener a parte de su personal dedicado a ello, sino porque cualquier error se paga con multas muy elevadas.

Por último, los actuales mecanismos de fiscalización que está usando SUNAT, como las famosas “verificaciones de escritorio” en que el contribuyente es citado a ir con todos sus documentos a una revisión relámpago, los cruces de información, las verificaciones de obligaciones formales y demás, están orientadas no a detectar verdaderos mecanismos de evasión, sino a pillar al empresario en falta por una de las muchas obligaciones formales para poder aplicarle una multa, o exigirle reintegros de impuestos indebidos o exagerados. Con un socio así, el empresario necesita una paciencia infinita, sangre fría, reflejos de ardilla, asesoría precisa sobre sus derechos y cómo protegerlos, así como información, mucha información. Este socio es complicado, pero muchas veces hay formas de ponerle límites, aunque no parezca en un principio. Así que convivir con el enemigo es un arte, en el que los empresarios peruanos se han ido volviendo expertos a fuerza de golpes.

(*) Abogado PUCP, MBA Centrum Católica. Montes Delgado – Abogados SAC.

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