ESTACIONAMIENTO GRATIS POR MANDATO
LEGAL
Daniel
Montes Delgado (*)
Entre los muchos
proyectos de ley que esperan ser debatidos en el Congreso, que tienen relación
con una supuesta defensa de los derechos del consumidor, han cobrado notoriedad
dos de ellos que buscan la gratuidad o descuentos importantes en el servicio de
estacionamiento dentro de los centros comerciales. Muchas veces, en efecto,
este servicio es brindado gratuitamente, lo cual no quiere decir que el costo
del mismo no esté incluido en la estructura de costos del centro comercial, que
a su turno posiblemente se encargue de que las empresas arrendatarias de las
tiendas paguen proporcionalmente por ello, quienes a su vez lo trasladan a sus
clientes en los precios. En otros casos, los menos, el centro comercial cobra
una tarifa de estacionamiento, con lo cual el cliente decide si acudir allí y
si le vale la pena pagar el estacionamiento comparado con lo que piensa gastar
en el centro comercial con esa visita. Finalmente, en otros casos, el
estacionamiento es gratis solo si hay una compra mínima fijada por el centro
comercial.
Si estos mecanismos de
mercado funciona bastante bien, ¿por qué se quiere obligar a que el servicio
sea expresamente gratuito? La excusa es, una vez más, la defensa de los
derechos del consumidor. Por ejemplo, si un proyecto propone que los primeros
45 minutos sean gratis, se nos dice que ello obedece a que es posible que el
consumidor solo haya ido a cotejar precios, o que haya acudido a comprar pero
no se decidió por nada. Como si el acto de consumo consistiera solo en el
aspecto final, de la compra efectiva, cuando es evidente que los centros
comerciales no solo venden bienes, sino que se constituyen ahora en lugares de
reunión y de esparcimiento por sí mismos.
Otro proyecto pretende
fijar el monto de compra mínimo para que el estacionamiento sea gratis, como si
el legislador pudiera reemplazar a la empresa privada en la estructuración de
sus costos. Se habla además de una aparente posición de dominio, en la medida
que si el cliente desea acudir al centro comercial, no tendrá otras cocheras
donde dejar su auto lo suficientemente cercanas, estando obligado a pagar lo
que el centro comercial le exija. Para empezar, el cliente decide al salir de
casa si se va en taxi o en su auto, y entre las consideraciones que puede tener
para decidir eso, estará la comparación del costo del estacionamiento versus el
costo del taxi, además de temas como seguridad, rapidez, comodidad, etc. ¿Por
qué pretender reemplazar estas decisiones por las que le parezcan mejor al
legislador?
Por otro lado, estos
proyectos buscan limitar en sus libertades a las empresas administradoras de
los centros comerciales, pero no podrían aplicarse a otras empresas. Si el
centro comercial concesiona su estacionamiento a una empresa especializada en
ese rubro, sería absurdo que la ley les imponga una gratuidad que afecta su
propia sostenibilidad, porque esa empresa solo puede subsistir en tanto cobre
por el servicio, con prescindencia de las razones por las cuales el cliente
haya acudido al centro comercial. Lo peor sería que finalmente los proyectos de
ley pretendan prohibir a los centros comerciales que concesionen sus
estacionamientos.
Y es que esto no es
más que una muestra de una tendencia peligrosa, en el sentido de limitar la
libertad de empresa, con la excusa de proteger la libertad de los consumidores,
pero con el aspecto negativo de que es el legislador quien pretende saber más
que el propio consumidor. De paso, afecta las actividades económicas, porque es
obvio que estas ideas tendrían el efecto de desincentivar la inversión de los
centros comerciales en estacionamientos amplios, limitándose a cumplir con el
mínimo exigido por las normas de construcción y municipales, en perjuicio de
los mismos consumidores.
Si estas ideas
prosperan, ¿qué más puede venir? No nos sorprendamos que se quiera convertir en
obligatoria la “canchita” o los “chifles” de cortesía en los restaurantes
(porque el cliente tiene derecho a no aburrirse), o los probadores en las
tiendas de ropa (porque la decisión de compra no es perfecta si uno no se
prueba las prendas primero), o las salsas en los locales de comida rápida
(porque el cliente se merece tener la salsa que desee y no solo las que ofrezca
el local), o el “wi-fi” (porque estar conectado a internet es un derecho
fundamental), entre muchas otras ideas absurdas, que solo entorpecen la
actividad económica y nos quitan libertad a todos.
(*) Abogado PUCP, MBA
Centrum Católica. Montes Delgado – Abogados SAC.
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