Columna “Derecho
& Empresa”
EL
FACILISMO TRIBUTARIO Y EL EQUILIBRIO DEL PRESUPUESTO
Daniel
Montes Delgado (*)
El nuevo gobierno del presidente Vizcarra se ha
estrenado con un perfil, en lo fiscal y tributario, que llama a reflexión. Por
un lado, se pretende austeridad en el gasto público, recortando algunos
egresos, sobretodo en consultorías y eventos, aunque esto, valgan verdades, no
le resta demasiado al elefantiásico presupuesto para este año. Y, por otro
lado, se aumentan los impuestos de más fácil recaudación y se amenaza con
recortar exoneraciones y otros beneficios.
Vamos por lo primero. Si en verdad el Estado (y no
cada gobierno) quisiera equilibrar sus presupuestos anuales, deberíamos dejar
de creernos los cuentos de cada año acerca de que no importa seguir aumentando
el presupuesto porque “Dios proveerá”, que en cristiano significa que se espera
que la economía mejore de una vez y que SUNAT siempre pueda conseguir más
dinero. Pues bien, no sucede ni lo uno ni lo otro. En los últimos siete años el
presupuesto del Estado se ha duplicado, sin que la economía salga de un modesto
crecimiento que no llega ni de lejos a alcanzar esa proporción. Y la
recaudación tributaria ni siquiera ha podido aumentar en la misma cifra de ese
modesto crecimiento económico, sino que más bien ha disminuido consistentemente
año a año, debido a la crisis institucional de SUNAT, las malas políticas tributarias
y sus experimentos fallidos y la informalidad imparable de la economía.
Por tanto, a menos que una decisión valiente del
gobierno de turno le ponga freno a esa mezcla de entusiasmo irracional por
aumentar año a año las cargas del Estado y de confiar en que la plata llegará
sola, el problema será peor cada vez. Una consecuencia la estamos viendo en el
crecimiento del endeudamiento interno y externo del Estado, que si no se controla
va a complicar las cosas a los futuros gobiernos cuando se decidan a hacer este
aterrizaje en la sensatez fiscal, algún día. Por tanto, es urgente mayor
responsabilidad de nuestros gobernantes (de los que se sientan en Palacio de
Gobierno y de los que lo hacen en el Congreso).
Por lo anterior es que se explica (aunque no se
justifique completamente) el aumento en los impuestos de más fácil recaudación,
como a los combustibles y bebidas azucaradas, además de los cigarrillos, autos
nuevos y otros artículos. Estos son bienes que tienen una “demanda inelástica”,
que quiere decir que, aunque suba el precio de los mismos la gente casi no
dejará de comprarlos en el mismo volumen. De allí que el Estado sepa que puede
esperar algo más de recaudación con estas medidas facilistas. Y no hay que
creernos el cuento de que lo hace para proteger la salud de los ciudadanos
(porque el cigarrillo mata, las gaseosas engordan y los combustibles
contaminan), porque el Estado en realidad espera que sigamos comprando más de
lo mismo para recaudar más dinero. Si fuera verdad ese discurso altruista, este
aumento tributario vendría acompañado de medidas sanitarias y ambientales acordes
a ello, como justificación de que ese mayor dinero se usará para esos nobles
fines, pero como sabemos, eso no va a ocurrir.
Y en la misma línea está la intención (todavía no
concretada) de reducir las exoneraciones y otros beneficios tributarios.
Posiblemente veamos otra vez que el drawback para los exportadores se reduce y
luego probablemente se elimine. Y si se concreta la aplicación del IGV a los
servicios educativos, el incremento se dejará sentir también en la inflación.
Peor aún es la voluntad declarada de gravar más a los trabajadores en planilla
con el Impuesto a la Renta, rebajando el mínimo no imponible para que tributen
los que ganan menos de dos mil soles al mes inclusive. Y junto con todo esto,
ya se le dio luz verde a SUNAT para que saque las garras otra vez, lo que
estamos viendo con el rebrote de sus amenazantes cartas inductivas y criterios
absurdos de fiscalización (se acabó la supuesta mano blanda).
No estamos en contra de que se intente equilibrar
el presupuesto, pero criticamos el facilismo con el que se pretende conseguir
ese resultado. Si no somos ciegos a los hechos y más bien tenemos en cuenta
quién gobierna ahora en realidad, veremos que la voluntad del verdadero poder al
parecer es seguir contando con un presupuesto demagógico para el futuro, pero
hacer que este gobierno transitorio asuma el rol del malo de la película y se encargue
de conseguir los fondos como sea, llevándose la impopularidad ahora y no después,
cuando ese verdadero poder quiera (aunque no sabemos si lo logrará) gozar de
presupuestos igual de inmensos, pero con algo más de recursos conseguidos de
mala manera, suponiendo que para entonces ya nos habremos hecho al dolor.
(*) Abogado PUCP; MBA Centrum Católica. Montes
Delgado – Abogados SAC.
17.05.18
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